La papa en sí

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“Memoria de la papa” en el Centro Cultural Borges

Por Susanne Franz

Ya no parece tan manso el puré de papas. Si uno se imagina cantidades, pero cantidades, y si uno se visualiza a sí mismo realmente diminuto… entonces, quizás, podría patinar allí, en el borde del plato, podría caerse y hundirse y morir en esa masa caliente, como arena movediza…

En otra trampa peligrosa parece poder convertirse la papa de la cual se escarbaron bolas para hacer papas noisette: de repente es un laberinto interminable de cuevas como panales, y uno avanza, tropieza, hasta no dar más…

La muestra “Memoria de la papa”, en el Centro Cultural Borges, invita a meterse en la papa. No sólo en un sentido literal, como en la pesadilla del puré. Se trata también de asumir los sentimientos de la papa.

Uno ya no es el mismo después de haber visto las fotos que muestran máquinas procesadoras de papas como si fueran brutales instrumentos de tortura medievales. Una tras otra, denuncian el calvario de la papa a lo largo de la historia.

Ya no es relajante el acto de pelar papas, después de haber visto las fotografías de su cáscara lastimada. Y entre las fotos cuelga un pelapapas, como si quisiera acusar a todos, todos los torturadores de papas.

Ya no es placentero hacerlas puré, imaginándose su dolor; ya no parecen tan ricas las papas fritas caseras, después de haber enfrentado las imágenes de ellas pinchadas como mariposas.

La muestra de los artistas Marcela Bianchi y Ernesto Eduardo Doménech es realmente un logro. Con diez series de fotos llenas de creatividad y objetos sumamente originales que van de la papa de vidrio pasando por cajas de criar papas hasta llegar a una oda a la papa escrita por Neruda, iluminan con ironía desquiciada este alimento como metáfora y mito.

Este artículo salió en TamTam y (en idioma alemán) en el “Argentinisches Tageblatt” del 19/3/05.

Un comentario sobre “La papa en sí”

  1. María Luisa Femenías dice:

    Cuando repasamos la escala de los seres vivos, solemos olvidarnos de los vegetales. De ahí la sorpresa de “ver” fotografiada una papa, entendida como un ser vivo. Y no sólo eso: un ser vivo sufriente. De ahí la metáfora con los “instrumentos de tortura” (pelapapas, pisapapas, cuchillos, etc.) que, para nosotros los comensales, son solo instrumentos del placer que nos proporcionará comérnoslas fritas o hervidas, redondas o en palitos, al horno o asadas, según sea la imaginación de su hipotético cocinero/a. la muestra de Bianchi-Domenech es irónica para especial desquicio de los vegetarianos, pero sobre todo para sorpresa de los asistentes incautos que buscan la belleza y la precisión en lo sublime deshechándola de los elementos más comunes de nuestras vidas cotidianas. Excesivamente próxima a nosotros, la papa pocas veces ha sido vista, retratada y modelada como ahora.


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