Un inteligente doble juego en el espacio virtual (1999)
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Retrato de la artista Mirta Narosky
Por Susanne Franz
En la caja que parece estar armada con maderas, encontramos todo un universo. Las paredes, transparentes como las de una pecera, en algunas partes son penetrables; figuras y objetos entran en contacto osmótico con el mundo exterior. Telas caen de la caja al suelo, hombres trepan, se deslizan por las estructuras. ¿Quieren entrar? ¿Quieren salir?
Este un mundo tan plástico, casi surrealista, con el que la artista Mirta Narosky contenta, engaña la mirada del observador, nunca abandona la “normalidad”, la superficie, la pantalla. Ella misma ha encastrado los marcos (“un trabajo infernal”, dice cansada la artista), el resto es magia. Enormes cuerpos con forma humana y sin rostro, muñecos caricaturescos y símbolos de lo más extraños constituyen la escena que delata la maestría de la dibujante y diseñadora Narosky. La artista logra impresionantes perspectivas, juega con sombras proyectadas, crea volumen y nuevos espacios que parecen llevarnos a otras galaxias.
Con este refinado doble juego en el que “pinta” un mundo virtual, Mirta Narosky desea abrir un nuevo horizonte, agudizar la mirada crítica del observador. “No todo lo que uno ve está realmente ahí” es el mensaje de esta artista inteligente pero nunca soberbia, que con sus imágenes apunta directamente a los equívocos, dándole al espectador la posibilidad de sentirse incluido, ofreciéndole su punto de vista.
Lo que la motiva profundamente es su irrenunciable alegría de vivir y su fuerza creadora, su deseo de transmitir lo que ella recibe en abundancia: sentimiento, comprensión, amor, sentido de la belleza.
El arte como testigo de su tiempo
Más allá de las categorías que empleemos, de los nombres que le pongamos, el arte es siempre una reproducción fiel de su tiempo. Dicho esto, nos debemos confrontar con la pregunta de si, en los tiempos de los medios masivos de comunicación, del consumo, de los valores perdidos, precisamente del arte masivo, no debe exigírsele al arte-light que ofrezca un testimonio verdadero de este siglo que está a punto de terminar.
La artista Mirta Narosky, infatigable, se ocupa de estos y otros temas. Ensayos como “Cultura light” o “Pintores del alma” son muestras de su constante lucha por definir su posición. Precisamente, describir el proceso creativo en su momento de gestación es uno de los objetivos más difíciles de alcanzar, tanta distancia es casi imposible.
El arte debe reflejar su tiempo, dice Mirta Narosky, y aquí logra sin problemas tomar distancia. Cuando uno observa muchas de sus imágenes impactantes, se emociona profundamente con la conmiseración que parece expresarse en las obras. Un planeta Tierra que implora compasión, explotado por la humanidad hasta más no poder, injusticia social, violencia. ¿Estamos delante de una artista traumatizada? De ninguna manera, Narosky tiene una mirada aguda, inteligente y casi realista, una capacidad de abstracción y un mundo de fantasía que limita con lo siniestro, lo que, junto con el extraordinario talento de su diseño y pintura, le permite lograr densas metáforas en forma de imagen.
Narosky, que de joven se consagró como poeta y logró expresarse con la palabra de manera brillante, terminó por elegir la pintura como medio de expresión. Así encontró su forma de poesía y pudo concebir con sus imágenes lo que con palabras no lograba. No obstante, la enérgica pintora no pierde de vista los “metaniveles” de su capacidad artística. Se recibió de licenciada en la carrera de Artes y desde hace 14 años es docente de pintura en la Universidad de Lanús. Brinda cursos de creatividad en el país y en el exterior, suele ser invitada por universidades y escuelas de arte de todo el mundo.
Dentro de su campo, arma mesas expositivas con temas como “La mujer en el arte”, “Figurativismo”, “El error de lo posmoderno”. También, como muestra de su fructífero y versátil talento, publica en numerosos diarios y revistas abriendo el debate en torno de los vínculos entre cultura y sociedad en la actualidad.
Mirta Narosky se opone a la actitud de esos artistas que han encontrado una receta y están dispuestos a satisfacer fugazmente el gusto del público. Está en contra del mercado del arte que ve la rentabilidad de una obra y no su valor verdadero. Está convencida de que si no sucede esto, el verdadero arte aparece. El verdadero artista no debe rendirse, incluso cuando no tiene ningún éxito comercial. El verdadero artista debe valorar siempre su libertad, esa que mejor exterioriza lo que está dentro de sí.
En el artículo “Pintores del alma”, Narosky describe al verdadero artista y, al mismo tiempo, a sí misma. “Llamo pintores del alma a los que hacemos del arte una forma de vida y soportamos lo que ello significa. A los artistas viscerales, reflexivos, reflexivos, guerreros y vulnerables… A los que nos sentimos canales de una energía universal que circula por nuestro interior, recoge en su trayecto a nuestras lecturas personales de la realidad, y se vuelca en el papel, la arcilla o la tela.”
Publicado en “Argentinisches Tageblatt” el 16 de enero de 1999.