Paseo en el paraíso

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El Jardín Andaluz del Museo “Enrique Larreta”

Por Susanne Franz

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El Jardín Andaluz del Museo “Enrique Larreta” es un oasis de silencio inmerso en la ciudad siempre agitada. Un paseo por los caminos laberínticos, en el que se pasa frente a verdes arbustos, árboles que permiten tener un poco de sombra y plantas en flor, invita al visitante a la meditación y capta todos sus sentidos.

Ni bien ingresa, el visitante se ve rodeado por el encanto de este jardín. Los caminos y claustros están presentados en forma tal que uno parece perderse en ellos y también se está dispuesto a hacerlo con gusto, a pesar de que el jardín es bastante pequeño. Sin embargo, éste se multiplica, ya que de cualquier dirección de la que se provenga y hacia dónde uno se dirija, la perspectiva se transforma constantemente.

Cientos de matices del color verde tranquilizan la mirada. Las plantas y arbustos en flor son escasos, ya que no se debe distraer la concentración del observador. En un pequeño espacio se encuentra un pozo octogonal de mármol, adornado por cuatro sapos de cerámica. Está lleno de agua, que se desplaza lentamente en pequeños círculos concéntricos y luego desborda en una pileta receptora. También este juego tranquilo e infinito del agua y de las olas invitan a calmar el espíritu.

En todos lados se captan los sentidos, se los agudiza y fortalece, sin exaltarlos. Diversas flores, entre ellas jazmines, emanan un aroma embriagador, al igual que los naranjos, tan típicos de los Jardines Andaluces. El gorjeo de los pájaros y el zumbido de las abejas y abejorros acarician el oído. En parte, el suelo está compuesto por arcilla dura y luego, repentinamente, el canto rodado cruje bajo los pies. El andar mismo se transforma en una vivencia sensorial.

Mirar, oler, escuchar, sentir los pies sobre el suelo, todas estas experiencias sensoriales se intensifican gracias a la disposición del jardín. Este jardín hispano-islámico, único en toda América Latina, fue diseñado por la acaudalada familia argentina Larreta, siguiendo el modelo de los jardines españoles de principios del siglo 20.

En España, estos jardines habían sido creados por los árabes, que encontraron en este país europeo condiciones que no conocían de sus países de origen cubiertos de desiertos: plantas verdes, flores, pero por sobre todas las cosas el agua, fuente de vida. Así construyeron parques, paraísos creados por el hombre y diseñados con un objetivo, que incluso sus propios oasis no les podían ofrecer.

Los árabes en España, a su vez, construían sus jardines siguiendo el ejemplo de los persas. En su idioma, “jardín” es sinónimo de paraíso. El paradisíaco jardín del Museo Larreta sigue el ejemplo de renombrados parques en España. También aquí se realiza un juego con cambios abruptos tendientes a captar los sentidos. Así, cuando se sale de un pasillo fresco y en sombra, se llega inesperadamente a estar a pleno sol. En los cuadrados dentro de los cercos perfectamente cortados que bordean los caminos laberínticos crece una vegetación natural. Los árabes solían pararse de espalda a los cercos y arrojar las semillas por encima de los hombros. Así, el árbol o arbusto debía crecer donde había caído la semilla. A esta técnica la llamaban “La libertad enmarcada por el orden”, o bien, “El orden que rodea a la libertad”.

El suelo se transforma repentinamente bajo los pies, los aromas cambian durante los paseos por el jardín. Todo esto aparenta ser arbitrario, pero se trata de una obra humana cuidadosamente planeada, un paraíso creado y delineado por el hombre para el hombre.

(Jardín Andaluz del Museo Enrique Larreta, Juramento 2291, Belgrano. Información en el sitio web de los Museos de Buenos Aires).

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