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El Goethe-Institut Buenos Aires honra a la cineasta y dramaturga Marielouise Alemann

Por Susanne Franz

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“Este film estuvo en una caja en el armario 20 años, ¡como esto!”. Marielouise Alemann tira de su ropa dorada y beige, la que cubre su delgada y espigada figura tan elegante como poco convencional. Así se presenta ella, siempre con su propio estilo. Estira el mentón hacia adelante, sus ojos azules miran sin pestañar directo a los críticos, quienes, antes de dar su opinión sobre los films en super 8mm que proyectarán, insisten en que deberían haber sido restaurados. “Van a ver, están en buen estado”. Al igual que sus 80 años que festejó hace unos días.

Unos días después de su cumpleaños número 40, el 17 de julio el Goethe-Institut Buenos Aires le obsequió a Marielouise Alemann, pionera de la primera hora, un homenaje muy especial. Su labor cultural para el Goethe, que daba cabida con coraje al arte vanguardista y experimental en los tiempos de la dictadura, es uno de los aspectos de la multifacética personalidad de Marielouise. Y la exhibición celebrada e íntima en la noche del miércoles se concentró en su obra artística. No se puede dejar de lado su desempeño como periodista o su trabajo de fotógrafa, pero su producción fílmica y teatral es lo que, sin duda, atrajo al público que se sorprendió y conmovió con la actualidad, la vigencia y trascendencia de su impresionante obra.

“Realicé mi primer película en el año 1967, el último en 1984, todas en super 8mm”. Con esas palabras, Marielouise abrió el programa de la noche. Se mostraron 13 fragmentos de sus filmes elegidos por ella y montados por Carlos Echeverría en una proyección que duró unos treinta minutos. “Lamentablemente, por problemas técnicos no contamos con la música original”, explicó la cineasta. Sin embargo, la música de Pink Floyd, con la que editaron esta compilación de su obra cinematográfica, surtió efecto.

Una mujer vestida de azul en medio de un bosque está atada con unas cuerdas blancas. Con unos movimientos se libera. Autobiográfico 2 de 1975 es un corto mudo en color de 6 minutos, con Marielouise como protagonista. Que se libere o intente levantarse para volverse a caer son también temas de otros de sus cortos experimentales. La precisión técnica es sorprendente para el medio en que filmó Marielouise. Sus obras tienen un contraste vivo, pasando de una dirección de cámara lenta con inserciones sorpresivas de imágenes que subrayan un tema simbólicamente (como una jaula llena de gallinas) y se caracterizan por el cambio constante entre elementos narrativos con otros surrealistas. En los primeros planos, las manos (gestos), los pies (quietos o en movimiento) y los ojos (miradas) son elementos significativos.

Los filmes de Marielouise no han perdido nada de su actualidad y modernidad. Por el contrario, se siguen adelantando a su época. Uno se lleva la impresión de que “acá está lo bueno”, en relación con los muchísimos artistas, cineastas y otros creadores que, en un tiempo de basura comercial, se preocupan por encontrar expresiones artísticas auténticas, cuando no intentan copiar lo que artistas como Marielouise Alemann años atrás supieron innovar con gran maestría.

En el comienzo del segundo programa, antes del repaso de 30 minutos con obras de teatro de Marielouise, hubo una sorpresa: el actor José Glauco, quien participó de sus performances de butoh, fue a saludarla al escenario. A punto de las lágrimas, le agradeció a Marielouise. En los cuatro fragmentos de obras de Marielouise mostrados a continuación, uno se sorprende con su espectacular danza y fenomenal capacidad de concentración.

Butoh, la danza japonesa de la esperanza, es la mejor expresión para el imaginario de Marielouise. La lucha entre las almas inmortales y los cuerpos mortales se puede ver en la lenta y meditativa danza, en la que los bailarines se mueven sin parar simbolizando el viaje (de la vida) en el que se encuentran los hombres y los cambios constantes a los que están sometidos.

Los espectadores quedaron muy impresionados por el compilado editado por Carlos Echeverría, con la música original, de las obras “Unuk” (1988), “El retorno del ángel” (1981), “Chakras” (1982) y “Esperanto” (1995) que fueron celebradas con un cálido y extendido aplauso.

La sala llena se empieza a vaciar en dirección al foyer. Amigos y familiares, como la conocida hija Katja Alemann, se reúnen en alegría. Invitados ilustres, como Marta Minujín, Rosemarie Allers o Carlos Trilnick, que al inicio de la velada reconoció a Marielouise Alemann como una precursora del videoarte, también la alaban. Marielouise está rodeada de seguidores, algunos llegan apenas a los veinte años. Se la ve un poco cansada, pero feliz. La noche que le rendía tributo a esta brillante personalidad del arte argentino fue todo un éxito.

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