Aproximaciones a lo extraño

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En el Espacio Fundación Telefónica, Martín Bonadeo, junto con otros artistas, expone sus pensamientos sobre la extrañeza en la exposición “Extranjerías”

Por Maria Exner

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Si los asistentes entran a un espacio público o a uno privado, es la pregunta del cartel de Martín Bonadeo.

En un país de inmigrantes como Argentina, no hay tema tan presente como el de lo extraño-extranjero. ¿Qué traen los extranjeros de su tierra? ¿Cuánto tarda lo extraño en volverse familiar? ¿Por qué uno se siente extraño? Estas son las preguntas que se hacen los curadores de la exposición “Extranjerías”, que se puede visitar hasta mañana en el Espacio Fundación Telefónica. Diez artistas merodean estas cuestiones con sus trabajos, intentan dar algunas respuestas. En sus obras, no se trata tanto de relacionar lo extraño con los países extranjeros, sino más bien con la existencia de mundos de vida ajenos y los factores de lo extraño en la vida cotidiana, elementos que parecen confluir en la expresión castellana “extrañarse”, bastante empleada por cierto.

Por ejemplo, al porteño Martín Bonadeo le extraña la reja que rodea la plaza que se encuentra en la calle Arenales delante del edificio Telefónica. Es una plaza pública pequeña que, pese a que no duermen ahí linyeras ni ocurren hechos delictivos, está cercada. “¿A quién le pertenece el parque? ¿Es realmente público? ¿Acaso el cerco no convierte parte de lo público en un lugar privado?”, se pregunta el artista.

Con la instalación “Público/Privado”, Bonadeo lleva estos interrogantes a los asistentes. En la entrada del Espacio Fundación Telefónica, colocó una cartelera negra con siete letras similares a las que hay en una estación de trenes o en un aeropuerto. La primera es la “P” y la última la “O”, las letras restantes alternan formando las palabras “público” y “privado”. Cada cambio de letras está acompañado por un fuerte estruendo que recrea el sonido de un cartel de estación de trenes; para hacerlo Bonadeo contó con ayuda de un músico.

Así, el artista multimedial convierte la entrada en un lugar de paso entre el espacio público y el privado sin decir de qué lado de la puerta se encuentra cada cual. “Todos los trabajos fueron realizados especialmente para esta muestra y con la división público/privado hago a alusión a la función del edificio. Por un lado, es una central de distribución de Telefónica en Buenos Aires, por aquí pasan miles de cables que comunican las llamadas de la ciudad. Por otro, es una casa de arte que está abierta a todos.”

Los curadores Néstor García Canclini y Andrea Giunta, además de invitar a Bonadeo, también convocaron a Jorge Macchi y Pat Badani para trabajar el tema de lo extraño. Macchi, que representó a la Argentina en la Biennale di Venezia en 2005 y que actualmente expone en la Casa del Arte de Bremen, escribe con grandes letras de un teclado lo extraño que se sienten las personas mayores en los tiempos de las computadoras. Pat Badani, nacida en Buenos Aires, proyecta una entrevista con gente de diferentes lugares, en la que realiza preguntas muy personales: “¿De dónde vienes? ¿Dónde estás ahora? ¿Adónde vas?”. Mientras uno escucha a los protagonistas, también se formula esas preguntas y se queda pensando un rato.

Otros trabajos de la exposición no conmueven tanto como estos. El video móvil de Roberto Jacoby desde un ascensor que sube y baja entre dos pisos parece algo fácil. El baño que armó Tamara Stuby y que nos familiariza con nuestras mañanas no habilita un segundo o tercer plano de reflexión. Por otro lado, es un poco descuidado haber colocado algunos trabajos en la sala –por demás agradable– del primer piso del Espacio Fundación Telefónica.

En cambio, Martín Bonadeo le da a los asistentes una última reflexión cuando están por volver a casa: el cartel “Público/Privado” es proyectado con la ayuda de un beamer en la vereda de enfrente. Las palabras aparecen sobre el asfalto, se mezclan sobre la ropa de los transeúntes. Y tal vez algún que otro se pregunte: “¿A quién le pertenecen estas calles de Buenos Aires?”. O, por lo menos, eso es lo que espera Martín Bonadeo.

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