El fuego se apagó
Klicken Sie hier, um die deutsche Version zu lesen.
El pueblo llora a Sandro, el cantante de América
Por Valerie Thurner
Era pasión personificada, figura que identificó a una generación entera, esparció una energía sin límites que ahora se apagó para siempre. Con 64 años, el 4 de enero en el Hospital Italiano de Mendoza falleció “Sandro de América”.
Su voz tenía un intenso trémolo que podía humedecer los ojos secos de cualquier opositor del romanticismo. Su carismática presencia era muy fotogénica. Las marcadas facciones de su rostro, su vibrante trompa, sus ojos oscuros y fogosos. Esto lo testimonian la gran cantidad de películas filmadas durante los años 70, en las que Sandro representaba el prototipo de macho-latino con el que soñaban mujeres de todas las edades. Su meneo no tenía nada que envidiarle al de Elvis Presley, que era su modelo y figura.
Bautizado a partir de su verdadero nombre Roberto Sánchez, Sandro nació en Buenos Aires el 19 de agosto de 1945 y logró concretar el sueño americano convirtiéndose en mito: un chico pobre de las afueras de la ciudad que salta a la fama internacional como cantante. Él fue el primer músico argentino, y también de habla hispana, que pudo cumplir con el sueño de llegar al Olimpo de los cantautores. En 1970, brindó muchísimos conciertos con entradas agotadas en el Madison Square Garden de New York.
Los primeros hits fueron con la banda de rock’n’roll “Sandro y Los del Fuego” hasta que empezó su carrera como solista. Junto con su producción musical, no se olvidará su hora de gloria como actor, como en “Gitano”, galopando por orilla con su pelo ondeando al viento y su torso desnudo, una imagen del impulso humano por la libertad, o como latin lover en una mezcla perfecta entre machismo y nostálgica emocionalidad. Los filmes eran inofensivos y estaban lejos de la realidad argentina, en un tiempo en que la dictadura militar hizo mucho daño. Sandro, el rompecorazones, era un refugio emocional para una generación de mujeres y madres. Era una imagen de integridad en una época de miedo y control.
¡Muerta la estrella, viva la estrella!
Fue un día difícil el de la despedida de una de las figuras más destacadas en la música argentina. Pesaba el calor sofocante y solo la lluvia que empezó con la noche trajo alivio. Pero igual la gente se concentraba en el centro de la ciudad para rendirle honor a su ídolo el 5 de enero el último. La cola delante del Congreso, donde se realiza el velatorio hasta el entierro del día siguiente, era de nueve cuadras por la avenida Callao: más de 25.000 argentinos de todas las edades y sexos querían darle la bendición en su último viaje.
El pueblo estuvo parado estoicamente durante horas y horas, los trabajadores nocturnos llegaban apenas terminaban su horario a la mañana temprano sin haber dormido. Por decisión de la familia, los periodistas no tenían entrada especial al velatorio, lo que se corresponde con la reputación de Sandro de que nunca sacó los pies de la tierra y vio con distancia irónica su imagen de ícono y sexsymbol. Quizás, contestaría a la congregación póstuma alrededor de su última presentación con una sonrisa, lo que lograría que los admiradores cumplieran con el pedido de una de sus canciones: “No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad”. Delante del féretro, los seguidores intentaban mantener la calma unos segundos hasta que el personal de seguridad pedía que continuaran caminando.
Coronas rodeaban el ataúd, mientras políticos, amigos y músicos le rendían homenaje al cantante y actor. Delante del Congreso, los fotógrafos estaban a la búsqueda de lágrimas. Las mujeres mayores, orgullosas y agotadas, llevaban colgados del cuello sus trofeos: fotos con el ídolo, tapas de revistas con su cara autografiadas. Todos recuerdos de una juventud pasada. La persona de Sandro se fue para siempre, pero el mito todavía vive.
Desde la muerte de Sandro, fragmentos de su producción se consumieron y comentaron por Internet, por ejemplo en Youtube. Los jóvenes también quieren expresar la pérdida a su manera. “Qué descanses en paz”, “Te queremos, Gitano divino”, “Aquí no hay nacionalidades, Sandro le pertenecía a toda Hispanoamérica. Crecí escuchando a Sandro, mi abuela y mi mamá lo escuchaban. Roberto Sánchez ha muerto, pero Sandro ES INMORTAL!!!”.