Arte conceptual con poesí­a y doble filo

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“Daros Latinamerica Collection” en Zurich presenta la obra del artista conceptual uruguayo Luis Camnitzer, aún poco conocida en Europa

Por Nicole Büsing y Heiko Klaas

No se lo puede clasificar con facilidad. El artista conceptual Luis Camnitzer, nacido en 1937 en Lübeck, criado en Montevideo, Uruguay, que vive desde 1964 en Nueva York, no pertenece a ninguna escuela artística. No es miembro de ningún grupo de artistas, y sería difícil tratar de etiquetar su obra en uno de los movimientos tradicionales. Camnitzer, que participó en el año 2002 en la documenta 11 de Okwui Enwezor, es un artista que siempre ha recorrido su propio camino, sin depender de tendencias ni modas norteamericanas o de Europa Occidental. En la actualidad se exponen aproximadamente 70 de sus obras del perí­odo entre 1966 y 2010 en la institución privada “Daros Latinamerica Collection” en Zurich, especializada en arte latinoamericano. La exposición está a cargo de los curadores Hans-Michael Herzog y Katrin Steffen.

El arte de Luis Camnitzer se contrapone a la rigidez intelectual y formal del arte conceptual norteamericano con una debida porción de poesí­a, metáforas y autoironía. Siempre ha sabido sustraer su arte del engranaje comercial del mercado artí­stico. En realidad no está interesado en el objeto en sí­ mismo. La “telepatí­a serí­a para mí­ el medio ideal”, bromea coquetamente, “pero no la aprovecho.”

Lo que a él le interesa en primer lugar es su independencia artí­stica y la libertad de indagar con profundidad en su arte las relaciones poéticas y sociales existentes. ¿Arte como sustento? Para él no entraba en consideración. Por tal motivo, Camnitzer siempre prefirió ganarse la vida como profesor, autor, ensayista o crí­tico. “No querí­a someterme a las exigencias del mercado del arte sólo para tener algo para comer”, acotaba.

Sabe bien lo que significa represión polí­tica: En el año 1938 les expropiaron la propiedad de la familia de comerciantes judí­os Camnitzer. Un año más tarde, sus padres pudieron huir con su hijo a Uruguay, otros familiares fueron asesinados por los Nazis. Su socialización la vivió Luis Camnitzer, educado en forma bilingüe, en Sudamérica: “En Uruguay aprendí a pensar. Por primera vez olí y palpé cosas.” El país recibió a sus padres con los brazos abiertos, siendo el componente europeo menos importante en su educación.

A los 25, y pocos años antes de la toma del poder por parte de los militares, abandonó Uruguay para instalarse en Nueva York, donde vive desde hace 46 años como emigrante aún no adaptado. Se hizo ciudadano norteamericano recién desde la elección de Obama. Sin embargo, según su autoconocimiento es aún un representante artístico del continente latinoamericano: “Sigo siendo un antiimperialista. Para frustración de mi mujer sigo teniendo todos los prejuicios que ya tení­a como estudiante.”

Al preguntar a Luis Camnitzer dónde ve su hogar intelectual, incluso hoy no lo tiene que pensar demasiado: “Sigo considerándome un exiliado de Uruguay, a pesar de que ni siquiera soy un exiliado político … Mi plataforma ideológica, sin embargo, la forma en que juzgo las cosas, pertenece al Montevideo de los años 50. Partiendo de ese punto fijo contemplo el resto del mundo: mis recuerdos, mis sentimientos nostálgicos, los aromas y los olores que extraño, todo eso proviene de allá.”

El acaparamiento mercantil es para Luis Camnitzer la mayor amenaza de su autonomía artística: “Para mí, la obra de arte vive durante 15 segundos, y ni bien la contemplo por primera vez pasa a ser un objeto y muere”, así describe su dilema de sustraerse del mercado, queriendo a su vez llegar a un público amplio. La independencia del mercado del arte vuelve a ser tema de sus obras una y otra vez. Así, la obra “Signature by the Slice” (1971/2007) está compuesta por trozos de papel firmados de varios centí­metros de espesor, que recuerdan a un pan cortado. De esa manera, el fetiche de la obra original firmada por el artista es llevada en forma lúdica hacia el absurdo. Su concepción ideal de una relación no comercial entre el artista y el espectador la formula de la siguiente manera: “Siempre es un tipo de fetichismo. No es necesario que mis obras se posean como objetos. Se las mira, y luego ya se las tiene.”

¿Qué valor tiene el arte? ¿Qué valor tiene la obra de un “no-artista”? Al contemplar las obras del arte minimalista, elaboradas con frecuencia en forma industrial, se comprueba que está borrada toda firma personal del artista. Éste no es el caso de Camnitzer, quien a pesar de su cercanía formal a sus coetáneos norteamericanos prefiere autodenominarse anti-minimalista. Con mucha autoironía, Camnitzer presenta en Zurich los mecanismos del mercado del arte con el ejemplo de dos murales minimalistas pintados de gris. Uno de los rectángulos, ligeramente imperfecto, lo ha pintado él mismo. Según lo indica el cartelito con el precio, se puede adquirir por 22.400 dólares estadounidenses. El otro rectángulo, absolutamente perfecto, cuesta sólo 554,55 Francos Suizos. Según la factura adjunta, fue realizado por el pintor local Silvio Höhn. Lo absurdo de este hecho es que aunque la obra del artista sea imperfecta, su valor se adjudica en primer lugar a la fama y al rendimiento intelectual de su creador. Sin embargo, siempre supera ampliamente el valor del trabajo físico.

Cuestiones básicas de este tipo intrigan a Camnitzer, desde que tras su arribo a Nueva York se dio cuenta de que sus colegas artistas locales malgastaban para la elaboración de una sola escultura minimalista el sueldo anual de un minero boliviano. Para la consciencia política aguda de Camnitzer, esto era algo impensable a principios de los años 60. Sin embargo, querer reducir a Camnitzer a los subtextos polí­ticos y sociales detrás de muchas de sus obras, equivaldría a una recepción reducida de su producción artística.

Luis Camnitzer crea obras enigmáticas y de gran poesí­a, y es un maestro del lenguaje. Muchas de sus obras investigan la interacción entre la palabra y la imagen. Su obra “Living Room” de 1969 deja surgir en la imaginación del observador un living completo sin que se vea un solo mueble. El ambiente al que se ingresa está compuesto exclusivamente por palabras, las cuales representan en forma adecuada a los diversos objetos en los lugares apropiados. Lo que distingue la obra de Camnitzer es que plantea interrogantes de la teorí­a de los signos no solo desde el punto de vista conceptual, sino las hace también sensorialmente entendibles. “Algunas de mis obras son tautologí­as. Provienen de sí­ mismas y se refieren a sí­ mismas”, explica Camnitzer.

Otro interrogante antiguo e igualmente muy básico desde el punto de vista artí­stico se refiere a la relación entre forma y contenido, como en el trabajo “Coca-Cola Bottle Filled With a Coca-Cola-Bottle” (1972). Para ello, Camnitzer trituró una botella de Coca-Cola y rellenó con los pedacitos de vidrio una segunda botella. Lo que parece un ejercicio sencillo, es sin embargo una obra muy metafórica de gran precisión de ideas y, si se quiere, también de una fuerza política explosiva. El símbolo omnipresente en la vida cotidiana latinoamericana del mundo de consumo norteamericano se consume a sí­ mismo. “El arte”, según Camnitzer, “no deberí­a mistificar sino desmistificar.”

La obra del intelectual cosmopolita Luis Camnitzer todavía se cotiza como sugerencia “insider”, sin embargo, desde hace tiempo que hay —justamente en universidades norteamericanas- opiniones de peso que ven al artista alto y de mirada clara como una de las figuras clave largamente inadvertidas de la segunda mitad del siglo 20. Una concepción que lentamente también se está imponiendo en Europa. Después que la “Kunsthalle zu Kiel” ubicada en Hamburgo le había dedicado a Camnitzer ya en el año 2003 su primera gran muestra en Europa, actualmente la “Daros Latinamerica Collection” de Zurich, que posee la colección institucional más grande del mundo del artista, está pisando fuerte con la actual exposición.

La historia del arte pide clasificaciones. Sin embargo, ¿dónde se ubica a un artista como Luis Camnitzer, quien gracias a su intelecto y su reflexión sobre la teorí­a del arte y a la explosividad social y polí­tica de su obra pertenece a los grandes solitarios (“Einzelgänger”) de la reciente historia del arte? Un artista que, según su propia opinión, se ubica más cerca del teórico de signos René Magritte que del pontí­fice del Ready-Made Marcel Duchamp. Su respuesta parece tan paradójica como muchas de sus obras: “Conceptualismo surreal: Si se puediera hablar de ello, lo aceptarí­a.”

En una mirada:

  • Exposición: Luis Camnitzer
  • Lugar: Daros Latinamerica Collection, Zurich
  • Perí­odo: hasta el 4 de Julio de 2010. Do 12-20 horas. Vie-Sáb 12-18 horas
  • Catálogo: Editorial Hatje Cantz, Junio 2010, 39,80 Euros, 69 CHF
  • Información en Internet
  • En Buenos Aires se encuentran obras de Luis Camnitzer en las siguientes colecciones: Museo de Arte Moderno, Museo de Arte Latinoamericano y Museo del Grabado. Camnitzer está representado por la Galerí­a Ruth Benzacar.

Fotografí­as de arriba hacia abajo

Luis Camnitzer: Landscape as an attitude, 1979, Laminated b/w photograph, 28 x 35.5 cm
Daros Latinamerica Collection, Zurich. Fotografí­a: Peter Schälchli, Zurich

Luis Camnitzer: Compass, 2003, Inkjet print, 100 x 90.5 cm
Daros Latinamerica Collection, Zurich. Fotografí­a: Peter Schälchli, Zurich

Luis Camnitzer (izquierda) en conversación con Hans-Michael Herzog
Fotografí­a: Klaas

Luis Camnitzer: Coca-Cola bottle filled with a Coca-Cola bottle, 1973, Glass and metal, 18 x 5.5 x 5.5 cm
Daros Latinamerica Collection, Zurich. Fotografí­a: Zoé Tempest, Zurich

Traducción: Liliana Vogelbaum

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