El campo en la mira (1995)

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Primera exposición individual de la escultora Cristina Tomsig en Atica

Por Susanne Franz

¿Cómo se imagina la gente de la ciudad la vida en el campo? ¿Cuáles son los conceptos y hasta dónde llega la imaginación cuando uno se hace una idea del “campo”? Lo que viene a la cabeza es una nostalgia más bien difusa por la naturaleza, por aquello que la ciudad precisamente no posee, calma, una vida saludable y “verdadera”. Seguramente nadie piensa en arduas jornadas de cosecha, la preocupación cuando no viene la lluvia, los malos olores… la tierra, el barro, el ciclo natural de la vida.

Con sus esculturas entre cínicas e irónicas, Cristina Tomsig capta esa imagen ingenua de la vida en el campo que tiene el “hombre civilizado”, habitante de ciudades, en su primera muestra individual en la Galería Atica (desde 13/11 hasta 9/12). La talentosa escultora empezó a trabajar la idea del “campo” con relieves y esculturas de masilla y plástico epoxy; hay tres de estos trabajos en la muestra elegantemente montada. En estas obras, la artista todavía recrea en cierto modo la naturaleza; las obras tienen contornos tan suaves que dan ganas de seguirlos con las manos.

Por el contrario, las obras de este año siguen la lógica de la idea originaria de representar la naturaleza como “no-naturaleza”: los materiales como hierro lustrado a la perfección, pasto artificial y otros productos de plástico producen una sensación de distancia con las obras que ya no invitan a ser tocadas. Ahora sí transportan el concepto de Tomsig de crear una “ilusión del campo”. Las esculturas, maquinas limpias, brillantes, pasto por siempre verde, un verde puro sin manchas, por siempre igual, representan impresiones consumistas del campo. Los relieves son como enormes carteles publicitarios que aclaman la vida en el campo desde el centro de la ciudad, el “paraíso consumista”, y, a la vez, hablan el idioma banal del propio consumo.

Hay aquí un ejemplo del humor que subyace en muchas de las obras de Tomsig, porque usa el concepto del cartel publicitario que, en medio del campo publicita productos del consumo, y lo da vuelta. Mientras tanto, la artista ni quiere instruir a nadie en particular ni tiene una misión ecológica en especial, más bien comenta los hechos de una forma neutra, pone sobre el tapete lo que se podría interpretar como “señales de advertencia”, y se mantiene a la vez sobria y muy observadora. Trabaja además con una fuerte dosis de ironía que roza de vez en cuando el cinismo. Da curiosidad cómo tratará la artista temas de esta índole -temas de la “vida moderna”- en el futuro.

La muestra se puede visitar en la Galería Atica, Libertad 1240, P.B. Vale la pena; son raras las oportunidades de ver un muestra así de original e interesante, y de esta calidad.

Publicado en “Argentinisches Tageblatt” del 25 de noviembre de 1995.

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