Filmes alemanes en Buenos Aires

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Breves críticas a algunos de los largometrajes de esta décima edición del Festival de Cine Alemán

“Kinshasa Symphony”

Por Flora Roenneberg

“Es la única orquesta del mundo en la que todos sus músicos son negros, ¡es más que una orquesta!”. Los ojos de Wamba desde el coro brillan exultantes cuando habla de su orquesta en la capital de Congo, Kinshasa. Allí, entre las calles llenas de humo y los edificios semidestruidos, los músicos ensayan obras clásicas para su gran presentación, en penumbras o sin luz. Su entrega y amor a la música, prisioneros de la pobreza, el barro y el hambre, muestran la fuerza y la esperanza de cada uno de ellos.

Los directores Claus Wischmann y Martin Baer representan con una maestría de excepción la vida de los músicos y su fascinación y amor por la música. Ellos logran capturar con sensibilidad, realismo y solemnidad los momentos, los matices y las imágenes de otro mundo. “¿Por qué no podemos pensar a lo grande como lo hizo Mozart?”, se pregunta Mbuangi con su violín entre el ruido, el movimiento y los bocinazos de los autos. Nada lo puede sacar de su tranquilidad. Así toca el violín y se olvida de todo lo que lo rodea. De la misma manera, Kinkina, al borde de las lágrimas, dice de la novena sinfonía Beethoven: “Estoy en otro mundo cuando canto, es como que no estoy en el lugar, me voy”. El film muestra la dura vida de los músicos que conforman la orquesta, cómo arman sus instrumentos y cambian las cuerdas rotas del violín con los cables del freno de la bicicleta. Nos enseña cómo enfrentarse a todas las adversidades con la música como sostén.

“Nunca fui tan feliz”

Por Dilay Türk

El film cuenta la historia de un pobre héroe, el estafador Frank Knöpfler. Todo comienza con un cliché cuando el impostor quiere comprarle a una atractiva y joven mujer un sobretodo de una boutique que ella no puede costearse. Knöpfler termina en la cárcel cuando descubren su estafa y, luego de dos años, al salir en libertad, se reencuentra “de casualidad” –como no podía ser de otra manera– con esa belleza que lo había cautivado tanto. Pero sale a la luz que ella trabaja de prostituta y Knöpfler, quien quería iniciar una vida decente como empleado de limpieza, decide sacarla de la calle con plata timada. El hermano de Knöpfler, tras cumplir la pena, le presta la casa y lo ayuda con dinero hasta terminar involucrado en este enredo.

La historia, que empieza de una forma bastante típica y obvia, de a poco se convierte en una película conmovedora, que invita a la reflexión y nos deja una actuación protagónica de Devid Striesow para el recuerdo. Striesow logra una actuación compleja con un personaje como Frank Knöpfler que atraviesa distintas circunstancias para llevar a cabo sus maquinaciones. A pesar de que el bondadoso protagonista hace todo por la mujer que lo vislumbró, en ningún momento la historia termina siendo kitsch: lejos de eso, la película logra siempre mantener un modo bello y estructuras claras.

“Friendship!”

Por Flora Roenneberg

La película empieza con Tom, quien recuerda su infancia en la República Democrática de Alemania. Con una típica toma de la RDA, este personaje nos cuenta cómo antes estaba en pie de guerra con “el país con el que solo los otros podían soñar”. Pero Tom tiene a Veit, su mejor amigo, con el que se pasa horas escuchando radios de Alemania occidental y filman películas delirantes. Cuando cae el muro, los dos deciden viajar a su oeste más lejano en el mundo: el Golden Gate Bridge de San Francisco. Allí Veit se enfrenta a su padre, quien había escapado de la RDA. Diciendo “no somos nazis, somos comunistas”, ambos cruzan la oficina de migraciones del aeropuerto de New York. Así empieza su aventura por Estados Unidos que muestra, en tono cómico, una amistad profunda con todos sus matices. El regisseur Markus Goller logra de esta manera relatarnos con humor y simpatía la historia de dos jóvenes que vivieron en la exRDA y que buscan la libertad. También le permite descubrir al espectador una versión sarcástica e irónica de la RDA a través de la mirada naïf y joven de Tom y Veit.

“Llega el día”

Por Susanne Franz

Una chica tiene relaciones con su novio o algún otro chico en la parte trasera del auto. Luego, lo empuja con alguna excusa, saca sus cosas del auto y arranca. A la noche se emborracha con otros chicos en un bar. Algo no anda bien. Circula en los alrededores de un viñedo, observa la familia que vive allí, se va, vuelve, rompe el auto para poder quedarse en esa casa. Con otro nombre le alquila un cuarto a la familia vinicultora. Un oscuro secreto la rodea, es como una tormenta a punto de estallar y como toda tempestad se descarga y termina rompiendo el idilio familiar.

En el film “Llega el día” de Susanne Schneider, el espectador descifra poco a poco los motivos de los personajes y la trama se va desarrollando así como en un remolino. La chica, Alice, es la hija de Judith, quien vive en Alsacia con su marido y sus dos hijos. Pero Judith fue en un tiempo Jutta, una terrorista de la RAF buscada por requisitoria, que dejó un hijo cuando pasó a la clandestinidad. Alice se enfrenta a la madre, pone en descubierto su segunda existencia burguesa, le hace preguntas, le exige sin compasión que Judith se arrepienta y se entregue.

La directora Susanne Schneider, que también escribió el guión, no juzga a los personajes, sino que los retrata en sus complejas dimensiones y en sus dramas individuales. Las brillantes actuaciones de Iris Berben como Judith/Jutta y Katharina Schüttler como Alice hacen de este film una cita muy recomendable.

“Hanni y Nanni”

Por Stefan Kuhn

De buenos argumentos literarios, rara vez se hacen buenas películas. Esa es la razón por la cual difícilmente podía fracasar “Hanni y Nanni”, la versión para cine de los textos de Enid Blyton. Las aventuras de las mellizas O’Sullivan en un internado figuran entre lo más trivial de la literatura juvenil, lo que constituye el éxito del libro. De los seis volúmenes de la versión inglesa que aparecieron durante la Segunda Guerra Mundial, la editorial alemana Schneider hizo escribirles a otros autores unos veinte volúmenes más. Así, una porción importante del patrimonio cultural alemán está en esta serie británica de novelas para chicas.

En la película, Hanni y Nanni viven nuestros días. Eso no es una decisión arriesgada, ya que desde la década del cuarenta las mellizas todavía –o de nuevo– viven en el internado. En 2009, vuelven a recibir una medida pedagógica, porque las muchachitas se escaparon de una escuela berlinesa. Para un público femenino mayor de seis años, lo que le pasa a estas chicas en Lindenhof es, sin duda, muy entretenido.

De cualquier manera, no será peor que los 34 cassettes con sus relatos que aparecieron entre 1972 y 2010. Y eso que fueron un furor de ventas. Sin embargo, aquí el medio hace la diferencia. Escuchar con atención las aventuras de Hanni y Nanni debajo de la manta antes de ir a dormir, tiene más calidad que una película en el cine.

“Lila, Lila”

Por Stefan Kuhn

Otra adaptación al cine de un libro. El homónimo “Lila, Lila” del suizo Martin Suter tuvo en su momento mucho éxito. Es entendible que un realizador quiera tener una porción de la torta. En el caso de “Lila, Lila”, se merece una, porque la producción de bajo presupuesto debería agotar las entradas. Los personajes están espléndidamente interpretados y el guión se mantiene fiel a la novela. La historia también está bien filmada.

David (Daniel Brühl) hace de mozo, un buen mozo, porque es discreto y amable. Fuera de su lugar de trabajo, estas virtudes no lo ayudan mucho: Las mujeres no le dan mucha bola a este joven tímido. Especialmente Marie (Hannah Herzsprung), estudiante de literatura, se fija más en artistas que en mozos. Eso cambia cuando David encuentra un manuscrito de una novela de los años 50 en una mesita de luz en el mercado de pulgas. Como quería impresionar a Marie, le da el manuscrito para que lo leyera. Entusiasmada, Marie lo lleva a una editorial y David se convierte en la nueva estrella de la literatura posmoderna. Por supuesto, es celebrado y Marie se enamora de él. Cuando David empieza a disfrutar de la fama y la admiración del público, aparece Jackie (Henry Hübchen), el “verdadero” autor de la obra…

“Lila, Lila” es una película muy entretenida y las actuaciones están bien logradas. El film del suizo Alain Gsponer habla con humor sobre el amor y la mentira y tritura con ironía el mundo comercial de la literatura y su pomposidad. Definitivamente, es una película para la Feria del Libro de Frankfurt.

“Berlín 36”

Por Marcus Christoph

“Berlín 36. La verdadera historia de una ganadora” es el título completo de la película dirigida por Kaspar Heidelbach que lleva al cine la historia de la saltadora de altura judía Gretel Bergmann (Karoline Herfurth). El hecho sucede en la Alemania de 1936. Como los nazis temían que los norteamericanos boicotearan los Juegos Olímpicos, aceptaron a la atleta judía dentro del equipo olímpico alemán. En realidad, no querían que Bergmann, que por entonces era la mejor saltadora, ganara la medalla de oro en Berlín. Mientras la delegación norteamericana estaba camino a Europa, el director del equipo alemán le informa a Bergmann que no puede participar de las Olimpíadas.

En este punto, la película se mantiene fiel a los hechos históricos. Pero no ocurre lo mismo con la segunda protagonista, Marie Ketteler, interpretada por Sebastian Urzendowsky como un “hombre-mujer”. Este personaje se basa en el personaje histórico de Dora Ratjen, quien obtuvo en esos Juegos Olímpicos el cuarto puesto en la disciplina de salto en alto. Dos años más tarde, se comprobó su verdadero sexo, el masculino. Ketteler/Ratjen es referida por los nazis en el film como un “arma secreta” contra Bergmann. Sin embargo, según el estado de investigación actual, los oficiales nazis no sabían hasta 1938 que la atleta en verdad era un hombre. Tampoco entre Bergmann y Ketteler/Ratjen se entabló ninguna amistad, uno de los temas centrales de la película. Esto culmina en que Marie, en solidaridad con Gretel, va a menos a propósito en la competencia olímpica. Lo que, naturalmente, favorece la dramaturgia. Sin cumplir con la exigencia de representar una “historia real”, “Berlin 36” es una película que vale la pena ver y que no nos será indiferente.

“Nanga Parbat”

Por Marcus Christoph

El género “Bergfilm” (literalmente “películas de montaña”) resulta bastante atractivo desde Luis Trenker. Aventureros que se animan a las alturas más nevadas. El hombre que se enfrenta a la fuerza de la naturaleza para alcanzar la cima de una montaña. El título “Cara norte” del director Philipp Stölzl, que pudo verse el año pasado en este festival, da la pauta de que estas aventuras pronto pueden terminar con un desenlace catastrófico. Y este año también llegan los amigos de este género: con el film “Nanga Parbat”, el director Joseph Vilsmaier y su equipo suben al espectador a una de las cumbres más legendarias del Himalaya: la de Nanga Parbat.
En el medio, aparecen dos hermanos, Reinhold (Florian Stetter) y Günther Messner (Andreas Tobias), que en 1970 participaron de una expedición dirigida por Karl Maria Herrligkoffer (Karl Markovics). El objetivo era hacer cumbre por primera vez en la “montaña asesina” subiendo por el lado de Rupal, una de las paredes más grandes del mundo. La expedición termina en drama. Después de que Reinhold Messner decide subir por su cuenta, lo sigue su hermano. Ambos hacen cumbre. No obstante, al descender, no cuentan con el equipo necesario. Günther paga la aventura con su vida. Reinhold sobrevive, pero durante años debe soportar los reproches de haber sacrificado la vida de su hermano para lograr la gloria. Eso no se muestra en la película por razones obvias: Reinhold Messner era consejero de la filmación. Toda la responsabilidad parece caer sobre Herrligkoffer, el jefe de expedición. Queda la marca, entonces, de una aventura conmovedora y trágica, ilustrada por grandiosas tomas de Nanga Parbat.

“Vincent quiere a mar”

Por Susanne Franz

El protagonista Vincent sufre del síndrome de Tourette. Su cuerpo se mueve todo el tiempo, tiene tics que no puede controlar y no para de exteriorizar ruidos y expresiones desagradables. “Tengo un payaso en mi cabeza que se caga en mí en las sinapsis”, le confiesa a su amiga anoréxica Marie. “¿Y vos? Tenés que comer algo”. Vincent tiene 29 años y se perdió completamente después de la muerte de su madre. Al padre, un ascendente político provincial, la situación de Vincent le resulta delicada, no la maneja como corresponde y lo interna. En la clínica, Vincent conoce a Marie y a Alexander, un obsesivo-compulsivo. Con ellos, se roba el auto de la directora de la clínica, la Dra. Rose, y se escapan a Italia. Vincent tiene el deseo de arrojar al mar las cenizas de su madre. La Dra. Rose, preocupada por la vida de Marie, y el padre de Vincent deciden ir a buscarlos.

Florian David Fitz escribió el guión e interpretó con maestría el papel de Vincent. El reconocido director Ralf Hüttner (“Die Musterknaben”) filmó como si fuera una roadmovie. Y no tiene nada que envidiarle a las producciones de Hollywood. Diálogos punzantes, sólidas actuaciones –como Marie brilló Karoline Herfurth y como padre de Vincent, Heino Ferch–, hermosos paisajes y una banda sonora cautivante componen una película que vale la pena ver y que nos entrega una mirada profunda sobre la problemática de los protagonistas y su duro final.

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