“Nuestros corazones no son tan distintos”

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Feo Aladag habla sobre su film “La extraña”

Por Dilay Türk

“La extraña” se llama el film que abrirá el Festival de Cine Alemán de este año. El drama cuenta la historia de Umay, una joven de origen turco, que escapa de su infeliz matrimonio y que recibe la incomprensión y el rechazo de su familia. La gran actuación de Sibel Kekilli toca tan hondo en la sensibilidad del espectador que hace reflexionar sin compasión al público. Feo Aladag escribió el guión, produjo el film y lo dirigió. La cineasta austríaca, que ahora vive en Berlín, no había soñado con tener tanto éxito en numerosos festivales internacionales con su ópera prima. En la entrevista, nos habla sobre el trasfondo de su obra.

DT: ¡Felicitaciones! Después de numerosas premiaciones internacionales, “La extraña” está ahora en carrera al Oscar como mejor película extranjera. ¿Cómo vivió y qué sensaciones le genera esta nominación?

Aladag: Era viernes a la noche y estaba en un festejo familiar en Coburg, había 150 parientes y mis padres que venían de Viena también estaban allí. Cuando me llamaron, estaba en el Hotel y grité de alegría por teléfono. Fue muy lindo poder celebrar esa noticia tan importante con toda mi familia, que hace mucho tiempo no veía. Es un gran orgullo para mí. Cuando uno realiza un film en sus tres tareas, guión, dirección, producción, es una labor muy intensa y uno le dedica mucho tiempo, sin saber cuál va a ser el resultado. De a poco caigo en el camino que recorrió originalmente ese primer pequeño film y qué puertas me abrió. ¡Es extraordinario!

DT: ¿Por qué eligió esa temática? ¿Tiene algún vínculo explícito con la “muerte de honor”?

Aladag: No, se trata de situaciones universales más allá de los motivos culturales, nacionales o étnicos que las diferentes causas generan. Es ese potencial de situaciones que simplemente está ahí cuando dejamos de lado un sistema de estructuras políticas, mentales o religiosas como gesto de empatía con el otro. Los asesinatos por honor son más antiguos que cualquier religión. No hay que llegar siempre a la fatalidad, también hay represalias físicas y psicológicas o la prohibición de un amor.

DT: ¿Se dirige a algún público en particular?

Aladag: Realicé la película para que la gente la pueda ver, independientemente de su cultura o nacionalidad, y también de su edad. Pienso que, en parte, es difícil atraer a las salas alemanas a una generación más vieja que la que aparece aludida en las situaciones del film. Lo que hicimos y vamos a hacer en los próximos años es ir a centros comunitarios, tanto en Berlín como en otras ciudades, donde estos temas son muy candentes y les vamos a pasar la película. Como estas personas van poco al cine y menos a ver este tipo de filmes, nosotros damos un paso más y les llevamos la película. Mi anhelo es poder ampliar lo más posible el público. Tanto hombres como mujeres, jóvenes como gente grande, de tradición musulmana o no musulmana.

DT: ¿Vislumbra la posibilidad de que se modifique la forma de pensar de los hombres, especialmente de aquellos que están muy aferrados a sus tradiciones?

Aladag: Pienso fundamentalmente que es posible tocar los sentimientos de los hombres, si no, no hubiese realizado la película; si no, no hubiese intentado durante siete años de mi vida lograr precisamente eso. Y creo que, cuando escribimos, hacemos una película o tocamos un instrumento, llegamos no tanto a la cabeza de los hombres, sino, más bien, a sus sentimientos. Somos una especie de mediadores que logran sacarle su mejor parte al espectador. Nosotros intentamos tener una voz que pueda hacer cambiar una postura. Y una postura siempre está determinada por los sentimientos. Cuando yo cambio algo de mis sentimientos, también cambio generalmente mi manera de pensar y, por ende, mis acciones. Realmente, pienso que es así. Aunque también creo que se necesita mucho trabajo y mucha lucha, en el buen sentido. Si dejo de creer, entonces ya no sé qué puedo hacer por el mundo, pierdo la esperanza. Y eso es lo que no nos podemos permitir, más si somos jóvenes. Debe ser un esfuerzo inmenso que nos permita seguir transformando las formas de pensar y sus acciones. Y el camino que lleva a eso pasa por los sentimientos, nuestros corazones no son tan distintos.

DT: ¿No reflexionó en eventuales críticas de los turcos “normales”?

Aladag: No, no tuve miedo, porque yo no hice un film sobre la minoría turca en Alemania, sino que hice una película sobre situaciones que no son solo propiedad del Islam –y que tampoco se limitan solo a la cultura turca–. Si elegimos un tema como la muerte de honor, por ejemplo en Turquía, fue modificada una ley para que no se penara a los menores en casos semejantes. Esto también podría pensarse en Alemania. Entiendo perfectamente que las minorías en Alemania sientan dificultades, que sean sensibles a que estas reflexiones los alcancen y que los medios de comunicación traten esos temas. Pero también para mí está clarísimo que esta temática no tiene nada que ver con la cultura turca o el Islam. Lo que pasa acá es que una religión y, principalmente, una tradición se instrumentaron de manera tal que se permitió continuar con prácticas que han sido familiarizadas por siglos y que son insalubres. ¡Pero no son específicamente prácticas turcas! Ni tampoco es una práctica social que solo pueda atribuírsela al Islam. Y, en este sentido, esperé mucho para que se pusiera en discusión y los hombres tomaran alguna postura al respecto.

DT: ¿Cómo se preparó para un film de este tipo?

Aladag: Durante mucho tiempo, de manera muy intensa. Antes de empezar a escribir el guión, investigué dos años. Me dediqué principalmente a escuchar y tener entrevistas con familiares y gente afectada por estos temas. Tuve la suerte de que las personas compartieron conmigo sus emociones, sentimientos y experiencias. Además, trabajé de manera conjunta con organizaciones y centros de ayuda. También pasé mucho tiempo en refugio para mujeres. Leí todo lo que había sobre el tema, estuve en varios juicios para seguir las audiencias de distintos casos. Por suerte, hubo gente que me asesoró muy bien, expertos de distintos lugares que me ayudaron a descubrir distintas perspectivas de las personas con pasado migratorio. Me esforcé lo más que pude por sumergirme en las familias que están dominadas por estructuras que tienen patrones de normalidad totalmente diferentes a los nuestros. Naturalmente eso lleva mucho tiempo, porque primero uno tiene que derribar las barreras existentes. Por otro lado, uno se da cuenta de la necesidad imperiosa que tienen esas personas por poder comunicar su experiencia.

DT: El tema de la integración es un tema muy actual y siempre lo ha sido, especialmente en la prensa alemana el último tiempo. ¿Cómo evalúa esta circunstancia?

Aladag: En Alemania, ese tema genera muchos debates, aunque a veces no me gusta el tono con el que se discute. Me gustaría que se entienda mejor al prójimo, que haya una relación más empática y que se señale menos con el dedo. Que haya menos prejuicio de las dos partes. Me parece genial que en nuestro país viva gente con tradiciones tan distintas. No sé por qué tardamos tanto en tirar todos juntos para un mismo lado. Desde mi punto de vista, se gritan, se pelean de ambos lados, por ejemplo en el debate sobre el caso Sarrazin. Pero, en general, creo que, como en todas las relaciones humanas, en algún momento hay que poner las cosas sobre la mesa, los sentimientos. Deben salir, incluso cuando no se exteriorizan de la manera más respetuosa, pero se tienen que discutir de alguna manera. Es la única manera. Tematizar problemas que ya existen y tratar de encontrar alguna solución en conjunto. Tenemos que mirarnos a los ojos y pensar cómo podemos manejar en conjunto esta situación. Eso es lo que yo más deseo. Una verdadera unión y el orgullo de la nación alemana de que somos una sociedad en la que los hombres tienen distintas tradiciones.

DT: ¿Se percató de que, cuando se trata de noticias sobre casos policiales, se habla de turcos y que, cuando hay artículos sobre Fatih Akin, Cem Özdemir u otros turcos destacados, se refieren a ellos como turco-alemanes?

Aladag: ¡Por supuesto! Cuando un turco hace un gol, es un turco-alemán. ¡Perfecto! Cuando hay un accidente en la esquina, es un turco. ¡Un problema gravísimo! Me parece que quienes trabajan en periodismo realmente deberían advertir a sus colegas en las redacciones para que se sensibilicen con el tema. Todas esas etiquetas y formas negativas de diferenciación son contraproducentes, dañinas e irrespetuosas. Eso no nos ayuda para nada a la hora de convertirnos en una comunidad que sea igualitaria en todo sentido.

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